34 Capitulo 22 - Conclusión de la revelación
El río del agua de vida
Apocalipsis 22:1 (RVR60) Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero.
Este río es diferente al que aparece en Ezequiel y del cual se dice que sale de debajo del umbral del santuario que habrá durante el Milenio (Eze. 47:1, 12). También es diferente a las aguas que saldrán de Jerusalén, también durante el Milenio, y que se mencionan en Zacarías 14:8. Este es un río que habrá en el estado eterno, en la nueva Jerusalén y que representa la vitalidad y la pureza de la vida eterna. Este río corresponde al fluir del Espíritu Santo que los creyentes experimentan en la actualidad, del cual habló Jesús.
Juan 7:38–39 (RVR60) El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. 39Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.
El árbol de la vida
Apocalipsis 22:2 (RVR60) En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones.
El árbol de la vida está relacionado con aquel que aparece en el Jardín del Edén (Gén. 3:22, 24), del cual Adán y Eva no podían comer, so pena de muerte. A pesar de que es imposible determinar con plena certeza lo literal y lo simbólico de este árbol, lo cierto es que el que estará en la nueva Jerusalén también dará fruto, y está implícito que este sí se podrá comer libremente. Además, sus hojas serán para la sanidad de las naciones. El término sanidad debe entenderse aquí, no como la sanidad que necesita un enfermo, pues en el estado eterno no habrá enfermedad alguna. En cambio, su significado debe ser “saludable” o literalmente, “hojas que dan salud” o “las hojas de la salud.” En otras palabras, las hojas hacen aun más deleitable la vida en la nueva Jerusalén; una vida que no tendrá el más mínimo rastro de maldición sino que tendrá la plenitud de habitar como pueblo de Dios en su misma presencia.
Apocalipsis 22:3–5 (RVR60) Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán, 4y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes. 5No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos.
La comunión con Dios y la tranquilidad de la pertenencia a Él serán características de la existencia en la nueva Jerusalén. Dios Mismo será la única fuente de luz y los suyos tendrán el privilegio eterno de reinar con Él. Después de concluido el reino milenario de Cristo en la tierra, Él seguirá siendo el Rey de reyes y Señor de señores (Apo. 19:16) en el cielo nuevo y la tierra nueva.
La certeza de nuestra esperanza
Apocalipsis 22:6–7 (RVR60) Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto. 7¡He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro.
El ángel le confirma a Juan la veracidad de la revelación, garantizándole que estas palabras son fieles y verdaderas. Lo revelado son cosas que deben suceder pronto, dando así a entender que comenzarán a darse de forma súbita y cuando comiencen a darse, ocurrirán en una sucesión rápida de eventos. El cumplimiento es inminente y se dará en cualquier momento. Esto implica que los creyentes debemos estar alerta en todo momento, pues si estas cosas ya eran inminentes cuando Juan las recibió, mucho más ahora, dos mil años después. ¡El Señor viene pronto por su iglesia!
Al igual que se promete al comienzo del libro, aquí se garantiza que hay una bendición especial para aquel que guarda las palabras de la profecía de este libro.
Apocalipsis 1:3 (RVR60) Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca.
Resulta paradójico que a pesar de estas promesas de bendición, el Libro de Apocalipsis es uno de los más ignorados de la Biblia, aun por los mismos creyentes. Muchos lo encuentran aburrido y sin mucho sentido y otros hasta sienten miedo de lo que dice.
“Adora a Dios”
Apocalipsis 22:8–9 (RVR60) Yo Juan soy el que oyó y vio estas cosas. Y después que las hube oído y visto, me postré para adorar a los pies del ángel que me mostraba estas cosas. 9Pero él me dijo: Mira, no lo hagas; porque yo soy consiervo tuyo, de tus hermanos los profetas, y de los que guardan las palabras de este libro. Adora a Dios.
Ante el intento de Juan por rendirle adoración al ángel, este lo reprende y le recuerda que él, al igual que Juan, es simplemente un siervo de Dios, como los profetas y como todos los creyentes que guardan las palabras de este libro. El único que merece nuestra adoración es Dios. A Él sí tenemos que adorar.
La profecía debe ser proclamada
Apocalipsis 22:10–11 (RVR60) Y me dijo: No selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca. 11El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía.
Ya que hay bendición para los que reciben y prestan atención a la profecía que fue dada, esta no debe ser sellada sino que por el contrario, debe ser proclamada. Esto con mayor razón, siendo que el tiempo está cerca, esto es, el tiempo en el que todas estas cosas habrán de ocurrir.
Si el mensaje es rechazado, pues entonces, el que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía, porque ya no queda otro mensaje que darle. Si las advertencias hechas no les son suficientes a los incrédulos, Dios no tiene nada más que decirles. El impío seguirá siendo impío y eventualmente, el Señor lo juzgará. Mientras tanto, el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía. Los creyentes no debemos dejar de seguir poniendo en práctica todo aquello que es propio de la justicia y la santidad. No solamente porque el Señor así lo quiere sino también porque Él viene pronto para recompensarnos por nuestras obras.
Apocalipsis 22:12–13 (RVR60) He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra. 13Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último.
Aquí aparece un nuevo anuncio del inminente regreso del Señor con la declaración adicional de que Él vine para recompensar a cada uno según sea su obra. Lo que este anuncio implica es el juicio de los creyentes en el tribunal de Cristo, en donde la obra de cada uno será sometida a la prueba del fuego para determinar qué recompensa recibirá (1 Cor. 5:10-11).
Cristo se identifica a Sí Mismo como el Alfa y la Omega, la primera y última letras del alfabeto griego, lo cual se interpreta como el todo - el principio y el fin, el primero y el último. Las tres expresiones comunican la misma verdad – Cristo es el origen, así como también el propósito final y la realización total de todas las cosas.
El destino de creyentes e incrédulos
Apocalipsis 22:14–16 (RVR60) Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad. 15Mas los perros estarán fuera, y los hechiceros, los fornicarios, los homicidas, los idólatras, y todo aquel que ama y hace mentira. 16Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana.
Con base a la purificación efectuada por la obra redentora de Cristo, mediante la cual los creyentes lavan sus ropas, es que éstos tienen derecho al árbol de la vida y pueden entrar por las puertas de la nueva Jerusalén, o sea, a la salvación eterna.
En cambio, los incrédulos son excluidos de dichos privilegios y descritos como perros, hechiceros, fornicarios, homicidas, idólatras y mentirosos, dando así a entender que la inmoralidad y el engaño caracterizan la vida y el carácter de estas personas. La expresión perros no se refiere al animal sino que se utiliza como una descripción de personas sin carácter moral (comp. Fil. 3:2). Al igual que en la descripción anterior de los incrédulos (21:8), no es que estas personas hayan cometido estos pecados sino que estos pecados forman el perfil característico de aquellos que no pusieron su fe en Jesucristo para ser salvos.
Como la estrella resplandeciente de la mañana, Cristo anuncia la llegada de ese día en que “amanecerá” para los santos de la Iglesia con el evento del Arrebatamiento.
Apocalipsis 22:17 (RVR60) Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.
El Espíritu y la Esposa son el Espíritu Santo y la Iglesia de Jesucristo. En vista de lo que la profecía dada anuncia, la invitación para todos es pertinente: Ven. Para todo el que quiera venir, el agua de la vida está disponible gratuitamente. Llegará un día en que ya será demasiado tarde para venir.
El testimonio final
Apocalipsis 22:18–20 (RVR60) Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. 19Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro. 20El que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús.
Si cualquier persona le añade a lo revelado en esta profecía, Dios descargará sobre esa persona todas las calamidades descritas en Apocalipsis. De igual manera, si alguien le quita algo a lo dicho en la profecía, no participará de los privilegios reservados para los que están en el libro de la vida, los cuales tendrán los ciudadanos de la nueva Jerusalén y están registrados en Apocalipsis. Alterar maliciosamente de alguna manera las palabras que están escritas en este libro implica despreciar la Palabra de Dios.
Estos versículos no enseñan que un hijo de Dios puede perder la salvación si llega a hacer alguna de estas cosas. El pasaje asume que un verdadero hijo de Dios no va a adulterar maliciosamente la Palabra de Dios. Es posible que un creyente no comprenda el mensaje de Apocalipsis, pero no que tergiverse y distorsione de forma malintencionada lo que el libro dice.
Por tercera vez en este capítulo se hace la advertencia de que Cristo vendrá pronto, pero esta vez la advertencia va acompañada de una declaración de garantía: Ciertamente vengo en breve. La respuesta a tal anuncio es, Amén; sí, ven, Señor Jesús.
El libro cierra con una bendición final porque la gracia de Cristo sea la realidad práctica de todos los santos.
Apocalipsis 22:21 (RVR60) La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén.
Apocalipsis 22:1 (RVR60) Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero.
Este río es diferente al que aparece en Ezequiel y del cual se dice que sale de debajo del umbral del santuario que habrá durante el Milenio (Eze. 47:1, 12). También es diferente a las aguas que saldrán de Jerusalén, también durante el Milenio, y que se mencionan en Zacarías 14:8. Este es un río que habrá en el estado eterno, en la nueva Jerusalén y que representa la vitalidad y la pureza de la vida eterna. Este río corresponde al fluir del Espíritu Santo que los creyentes experimentan en la actualidad, del cual habló Jesús.
Juan 7:38–39 (RVR60) El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. 39Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.
El árbol de la vida
Apocalipsis 22:2 (RVR60) En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones.
El árbol de la vida está relacionado con aquel que aparece en el Jardín del Edén (Gén. 3:22, 24), del cual Adán y Eva no podían comer, so pena de muerte. A pesar de que es imposible determinar con plena certeza lo literal y lo simbólico de este árbol, lo cierto es que el que estará en la nueva Jerusalén también dará fruto, y está implícito que este sí se podrá comer libremente. Además, sus hojas serán para la sanidad de las naciones. El término sanidad debe entenderse aquí, no como la sanidad que necesita un enfermo, pues en el estado eterno no habrá enfermedad alguna. En cambio, su significado debe ser “saludable” o literalmente, “hojas que dan salud” o “las hojas de la salud.” En otras palabras, las hojas hacen aun más deleitable la vida en la nueva Jerusalén; una vida que no tendrá el más mínimo rastro de maldición sino que tendrá la plenitud de habitar como pueblo de Dios en su misma presencia.
Apocalipsis 22:3–5 (RVR60) Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán, 4y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes. 5No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos.
La comunión con Dios y la tranquilidad de la pertenencia a Él serán características de la existencia en la nueva Jerusalén. Dios Mismo será la única fuente de luz y los suyos tendrán el privilegio eterno de reinar con Él. Después de concluido el reino milenario de Cristo en la tierra, Él seguirá siendo el Rey de reyes y Señor de señores (Apo. 19:16) en el cielo nuevo y la tierra nueva.
La certeza de nuestra esperanza
Apocalipsis 22:6–7 (RVR60) Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto. 7¡He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro.
El ángel le confirma a Juan la veracidad de la revelación, garantizándole que estas palabras son fieles y verdaderas. Lo revelado son cosas que deben suceder pronto, dando así a entender que comenzarán a darse de forma súbita y cuando comiencen a darse, ocurrirán en una sucesión rápida de eventos. El cumplimiento es inminente y se dará en cualquier momento. Esto implica que los creyentes debemos estar alerta en todo momento, pues si estas cosas ya eran inminentes cuando Juan las recibió, mucho más ahora, dos mil años después. ¡El Señor viene pronto por su iglesia!
Al igual que se promete al comienzo del libro, aquí se garantiza que hay una bendición especial para aquel que guarda las palabras de la profecía de este libro.
Apocalipsis 1:3 (RVR60) Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca.
Resulta paradójico que a pesar de estas promesas de bendición, el Libro de Apocalipsis es uno de los más ignorados de la Biblia, aun por los mismos creyentes. Muchos lo encuentran aburrido y sin mucho sentido y otros hasta sienten miedo de lo que dice.
“Adora a Dios”
Apocalipsis 22:8–9 (RVR60) Yo Juan soy el que oyó y vio estas cosas. Y después que las hube oído y visto, me postré para adorar a los pies del ángel que me mostraba estas cosas. 9Pero él me dijo: Mira, no lo hagas; porque yo soy consiervo tuyo, de tus hermanos los profetas, y de los que guardan las palabras de este libro. Adora a Dios.
Ante el intento de Juan por rendirle adoración al ángel, este lo reprende y le recuerda que él, al igual que Juan, es simplemente un siervo de Dios, como los profetas y como todos los creyentes que guardan las palabras de este libro. El único que merece nuestra adoración es Dios. A Él sí tenemos que adorar.
La profecía debe ser proclamada
Apocalipsis 22:10–11 (RVR60) Y me dijo: No selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca. 11El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía.
Ya que hay bendición para los que reciben y prestan atención a la profecía que fue dada, esta no debe ser sellada sino que por el contrario, debe ser proclamada. Esto con mayor razón, siendo que el tiempo está cerca, esto es, el tiempo en el que todas estas cosas habrán de ocurrir.
Si el mensaje es rechazado, pues entonces, el que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía, porque ya no queda otro mensaje que darle. Si las advertencias hechas no les son suficientes a los incrédulos, Dios no tiene nada más que decirles. El impío seguirá siendo impío y eventualmente, el Señor lo juzgará. Mientras tanto, el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía. Los creyentes no debemos dejar de seguir poniendo en práctica todo aquello que es propio de la justicia y la santidad. No solamente porque el Señor así lo quiere sino también porque Él viene pronto para recompensarnos por nuestras obras.
Apocalipsis 22:12–13 (RVR60) He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra. 13Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último.
Aquí aparece un nuevo anuncio del inminente regreso del Señor con la declaración adicional de que Él vine para recompensar a cada uno según sea su obra. Lo que este anuncio implica es el juicio de los creyentes en el tribunal de Cristo, en donde la obra de cada uno será sometida a la prueba del fuego para determinar qué recompensa recibirá (1 Cor. 5:10-11).
Cristo se identifica a Sí Mismo como el Alfa y la Omega, la primera y última letras del alfabeto griego, lo cual se interpreta como el todo - el principio y el fin, el primero y el último. Las tres expresiones comunican la misma verdad – Cristo es el origen, así como también el propósito final y la realización total de todas las cosas.
El destino de creyentes e incrédulos
Apocalipsis 22:14–16 (RVR60) Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad. 15Mas los perros estarán fuera, y los hechiceros, los fornicarios, los homicidas, los idólatras, y todo aquel que ama y hace mentira. 16Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana.
Con base a la purificación efectuada por la obra redentora de Cristo, mediante la cual los creyentes lavan sus ropas, es que éstos tienen derecho al árbol de la vida y pueden entrar por las puertas de la nueva Jerusalén, o sea, a la salvación eterna.
En cambio, los incrédulos son excluidos de dichos privilegios y descritos como perros, hechiceros, fornicarios, homicidas, idólatras y mentirosos, dando así a entender que la inmoralidad y el engaño caracterizan la vida y el carácter de estas personas. La expresión perros no se refiere al animal sino que se utiliza como una descripción de personas sin carácter moral (comp. Fil. 3:2). Al igual que en la descripción anterior de los incrédulos (21:8), no es que estas personas hayan cometido estos pecados sino que estos pecados forman el perfil característico de aquellos que no pusieron su fe en Jesucristo para ser salvos.
Como la estrella resplandeciente de la mañana, Cristo anuncia la llegada de ese día en que “amanecerá” para los santos de la Iglesia con el evento del Arrebatamiento.
Apocalipsis 22:17 (RVR60) Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.
El Espíritu y la Esposa son el Espíritu Santo y la Iglesia de Jesucristo. En vista de lo que la profecía dada anuncia, la invitación para todos es pertinente: Ven. Para todo el que quiera venir, el agua de la vida está disponible gratuitamente. Llegará un día en que ya será demasiado tarde para venir.
El testimonio final
Apocalipsis 22:18–20 (RVR60) Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. 19Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro. 20El que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús.
Si cualquier persona le añade a lo revelado en esta profecía, Dios descargará sobre esa persona todas las calamidades descritas en Apocalipsis. De igual manera, si alguien le quita algo a lo dicho en la profecía, no participará de los privilegios reservados para los que están en el libro de la vida, los cuales tendrán los ciudadanos de la nueva Jerusalén y están registrados en Apocalipsis. Alterar maliciosamente de alguna manera las palabras que están escritas en este libro implica despreciar la Palabra de Dios.
Estos versículos no enseñan que un hijo de Dios puede perder la salvación si llega a hacer alguna de estas cosas. El pasaje asume que un verdadero hijo de Dios no va a adulterar maliciosamente la Palabra de Dios. Es posible que un creyente no comprenda el mensaje de Apocalipsis, pero no que tergiverse y distorsione de forma malintencionada lo que el libro dice.
Por tercera vez en este capítulo se hace la advertencia de que Cristo vendrá pronto, pero esta vez la advertencia va acompañada de una declaración de garantía: Ciertamente vengo en breve. La respuesta a tal anuncio es, Amén; sí, ven, Señor Jesús.
El libro cierra con una bendición final porque la gracia de Cristo sea la realidad práctica de todos los santos.
Apocalipsis 22:21 (RVR60) La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén.