15 Capitulo 11:1-14
Los dos testigosEl capítulo 14 de Apocalipsis ha sido reconocido como uno de los pasajes bíblicos más difíciles de interpretar, por lo cual existen muchas diferencias entre los comentaristas en cuanto a su significado. Siguiendo la postura adoptada desde un principio de entender los términos de manera normal e interpretarlos literalmente, este estudio asume que los dos testigos mencionados en este pasaje son en efecto dos hombres a quienes Dios les dará poderes extraordinarios durante la Gran Tribulación.
La vara de medir de Dios
Apocalipsis 11:1-2 (RVR60) Entonces me fue dada una caña semejante a una vara de medir, y se me dijo: Levántate, y mide el templo de Dios, y el altar, y a los que adoran en él. 2Pero el patio que está fuera del templo déjalo aparte, y no lo midas, porque ha sido entregado a los gentiles; y ellos hollarán la ciudad santa cuarenta y dos meses.
A Juan le es dada una caña similar a una vara, la cual crecía comúnmente a lo largo del valle del Jordán. Esta vara por ser liviana era un buen instrumento para medir. La instrucción para Juan es que mida tres cosas: el templo, el altar y los adoradores.
El templo que se menciona aquí, aparentemente es aquel que construirán los judíos bajo la protección del Anticristo al comienzo de la Tribulación para el restablecimiento de los antiguos sacrificios. Este templo será profanado por el Anticristo y allí se colocará una imagen representativa del gobernante mundial para que el mundo entero la adore.
Apocalipsis 13:14-15 (RVR60) Y engaña a los moradores de la tierra con las señales que se le ha permitido hacer en presencia de la bestia, mandando a los moradores de la tierra que le hagan imagen a la bestia que tiene la herida de espada, y vivió. 15Y se le permitió infundir aliento a la imagen de la bestia, para que la imagen hablase e hiciese matar a todo el que no la adorase.
En Zacarías 2 aparece un hombre midiendo la ciudad de Jerusalén en una imagen que representa el juicio de Dios sobre la ciudad. En otro ejemplo, en Ezequiel 40, el templo del reino futuro es minuciosamente medido con una caña. En una tercera instancia en Apocalipsis 21, la nueva Jerusalén también es medida (21:15-17). El acto de medir parece tener el significado de que el área le pertenece a Dios de una forma especial; es una evaluación de su propiedad.
El altar que Juan debía medir podría ser el altar del incienso que en el diseño del templo se encontraba a la entrada del Lugar Santo o bien podría tratarse del altar del sacrificio, el cual estaba ubicado inmediatamente en las afueras del templo. Luego, Juan también debe medir a los adoradores, lo cual parece indicar que Dios es quien evalúa la adoración del hombre y el carácter de los adoradores. Por lo tanto, por medio del acto de medir, Dios no solamente reclama propiedad sobre el templo y el altar sino que también demuestra su autoridad para determinar si la adoración que se ofrece y los adoradores mismos están a la medida de sus requisitos.
El segundo versículo añade más información, ya que en él se le da a Juan la instrucción de no medir el patio alrededor del templo, pues ha sido entregado a los gentiles junto con la ciudad santa por un período de cuarentaidós meses. Aquí aparece nuevamente el ya mencionado período de tres años y medio o la mitad del período de siete años anunciado por el profeta Daniel (Daniel 9:27), en el cual la historia de Israel llegará a su consumación cuando Cristo regrese al final.
Los expositores bíblicos difieren en cuanto a si estos cuarentaidós meses son la primera mitad de los siete años o la segunda mitad. Aunque no es posible ser dogmático al respecto, sí hay que tomar en cuenta que bajo el pacto entre la bestia y los hijos de Israel, a estos se les concede considerable libertad de culto por los primeros tres años y medio y esto supuestamente evitaría que Jerusalén sea pisoteada por los gentiles por cuarentaidós meses. Es más lógico, entonces, que esto ocurra durante los segundos cuarentaidós meses.
La declaración de que la ciudad santa estará bajo el control de los gentiles surge de la profecía de Jesús en el Evangelio de Lucas, cuando habló acerca del futuro del pueblo de Israel.
Lucas 21:24 (RVR60) Y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan.
Los tiempos de los gentiles terminarán con la Segunda Venida de Cristo, cuando el dominio gentil sea quebrantado y Cristo establezca su reino. Esto se predice en la séptima trompeta la cual aparece más adelante en este mismo capítulo. De tal manera que los dos primeros versículos significan que a pesar de que Dios permite el dominio gentil y que Israel sea perseguido, Dios mismo se encargará de juzgar a los perseguidores.
La profecía de los dos testigos
Apocalipsis 11:3-6 (RVR60) Y daré a mis dos testigos que profeticen por mil doscientos sesenta días, vestidos de cilicio. 4Estos testigos son los dos olivos, y los dos candeleros que están en pie delante del Dios de la tierra. 5Si alguno quiere dañarlos, sale fuego de la boca de ellos, y devora a sus enemigos; y si alguno quiere hacerles daño, debe morir él de la misma manera. 6Estos tienen poder para cerrar el cielo, a fin de que no llueva en los días de su profecía; y tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre, y para herir la tierra con toda plaga, cuantas veces quieran.
En el versículo 3 aparecen dos personajes inusuales a quienes se les describe como dos testigos que habrán de profetizar por mil doscientos sesenta días. Esto corresponde exactamente a tres años y medio o cuarentaidós meses de treinta días cada uno y por supuesto, está relacionado a los primeros tres años y medio o a los segundos tres años y medio de los siete años de Daniel 9:27. Nuevamente, los expositores bíblicos difieren en cuanto a cuál de los dos se relaciona, pero con base al hecho de que los dos testigos ejecutan juicios divinos sobre la tierra y requieren protección divina, pues de lo contrario serían muertos, se deduce que esto ocurre durante la segunda mitad de los siete años, cuando el pueblo de Dios será objeto de una gran persecución, ya que esta protección no será necesaria en los primeros tres años y medio.
Algunos comentaristas creen que estos testigos son dos individuos, pero que representan un testimonio mayor al de dos personas. Otros aseguran que son Moisés y Elías, debido a las similitudes de los juicios ejecutados con los de Elías y Moisés, específicamente de hacer descender fuego del cielo, convertir el agua en sangre y herir la tierra con diferentes plagas. Sin embargo, toda la evidencia existente para la identificación es puramente circunstancial y no es definitiva. Lo cierto es que existen grandes dificultades en todos los intentos por identificar a los dos testigos con personajes históricos.
Es mucho mejor considerar a estos dos testigos como dos profetas que serán levantados por Dios de entre aquellos que se volverán a Cristo durante el período de la Tribulación. Muchos expositores bíblicos conservadores identifican a estos dos testigos como dos hombres muy peculiares cuya identidad exacta no puede establecerse, pero que no son un símbolo de algún testimonio sino que serán dos hombres reales que tendrán un ministerio profético por espacio de mil doscientos sesenta días y luego serán muertos.
El inusual carácter como profetas de fatalidad se manifiesta en el hecho de que están vestidos de cilicio. El cilio era una tela áspera de color negro, generalmente hecha de pelo de cabra, la cual se vestía en señal de duelo por los muertos o por algún tipo de tragedia o desastre personal o nacional o cuando se oraba especialmente por liberación.
A los dos testigos se les describe como dos olivos y dos candeleros que están en pie delante del Dios de la tierra. Esto parece ser una referencia a Zacarías 4, en donde se mencionan un candelabro de siete lámparas y dos olivos. El aceite proveniente de los olivos es el combustible para el candelabro. Allí, ante la pregunta qué eran esas cosas, la respuesta es: No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos (Zac. 4:6). Los dos testigos en aquel período de la historia de Israel eran los líderes de Israel – Josué, el sumo sacerdote y Zorobabel, el gobernador. Así como estos dos líderes fueron levantados como candeleros o testigos de Dios por el poder del aceite del olivo que representa el poder del Espíritu Santo, así mismo estos dos testigos de Apocalipsis 11 llevarán a cabo su actividad profética. El ministerio de ellos no será por habilidad humana sino por el poder de Dios.
Los versículos 5 y 6 registran los poderes milagrosos dispensados a estos dos testigos. Cualquiera que trate de hacerles daño será destruido por fuego que saldrá de la boca de ellos. Este es un juicio inmediato de parte de Dios sobre sus enemigos y un medio de protección de los dos testigos para que nadie pueda hacerles daño. Un paralelo de esto se halla en el ministerio profético de Elías, quien en dos ocasiones hizo descender fuego del cielo sobre dos grupos de soldados que fueron enviados a arrestarlo (2 R. 1:9-12). Los enemigos de Moisés también fueron destruidos de forma similar (Núm. 16:35).
Al igual que el profeta Elías, los dos testigos también tienen el poder para hacer cesar la lluvia. Al igual que Moisés, tienen el poder para convertir el agua en sangre y enviar plagas sobre la tierra (Éxo. 7:17-19). Tomando todo esto en consideración, es evidente que estos dos testigos poseen una combinación de los poderes más grandes dados a profetas y esto explica por qué es que pueden resistir los ataques de sus enemigos por todo un período de mil doscientos sesenta días. Solamente hacia el final de la Gran Tribulación, cuando ya hayan cumplido su ministerio, será que sus enemigos podrán superarlos temporalmente y solamente porque Dios en su soberanía así lo ha decretado.
La muerte de los dos testigos
Apocalipsis 11:7-10 (RVR60) Cuando hayan acabado su testimonio, la bestia que sube del abismo hará guerra contra ellos, y los vencerá y los matará. 8Y sus cadáveres estarán en la plaza de la grande ciudad que en sentido espiritual se llama Sodoma y Egipto, donde también nuestro Señor fue crucificado. 9Y los de los pueblos, tribus, lenguas y naciones verán sus cadáveres por tres días y medio, y no permitirán que sean sepultados. 10Y los moradores de la tierra se regocijarán sobre ellos y se alegrarán, y se enviarán regalos unos a otros; porque estos dos profetas habían atormentado a los moradores de la tierra.
Como ha sido el caso con muchos otros grandes profetas de Dios, cuando el ministerio de los dos testigos se complete, Dios permitirá que sus enemigos los venzan. Según el versículo 7, la bestia que sube del abismo, que no es otro que Satanás combate contra los dos testigos, los vence y los mata.
La bestia que sube del abismo es Satanás. La bestia que sube del mar es el dictador mundial (Apo. 13:1). La bestia que sube de la tierra es el falso líder religioso o el falso profeta (Apo. 13:11). Esta trinidad diabólica es la falsificación de Satanás de la Trinidad divina – el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Indudablemente, la ciudad en la que los dos testigos llevan a cabo su ministerio y sufren su martirio es la ciudad de Jerusalén. En un intento por capitalizar al máximo la muerte de los dos testigos, sus cuerpos son exhibidos en la calle por tres días y medio.
La expresión los moradores de la tierra, se refiere no solamente al hecho de que viven físicamente en la tierra sino a que su única esperanza es la vida terrenal presente. La expresión se repite por lo menos nueve veces en Apocalipsis. Aparentemente la celebración por la muerte de los dos testigos es a nivel mundial. Seguramente por medio de transmisiones de televisión y comunicaciones satelitales, toda la tierra verá imágenes de los cuerpos sin vida de los dos testigos como una señal de victoria de la bestia y de los enemigos de Dios.
Resurrección y ascensión de los dos testigos
Apocalipsis 11:11-12 (RVR60) Pero después de tres días y medio entró en ellos el espíritu de vida enviado por Dios, y se levantaron sobre sus pies, y cayó gran temor sobre los que los vieron. 12Y oyeron una gran voz del cielo, que les decía: Subid acá. Y subieron al cielo en una nube; y sus enemigos los vieron.
A pesar de que hay similitudes entre este evento y el Arrebatamiento de la iglesia, también hay evidentes diferencias. El Arrebatamiento ocurrirá en un instante; no será un evento gradual que le permitirá observar a la gente lo que ocurre. Más bien, el paralelo es con la Ascensión de Cristo desde el monte de los Olivos, cuando los discípulos contemplaron su ascenso al cielo y al igual que los dos testigos, Jesús fue recibido por una nube.
Algunos han intentado relacionar los tres días y medio que los dos testigos permanecen muertos con los períodos de tres años y medio de la semana setenta de Daniel (Dan. 9:27). Tal relación, sin embargo, es poco probable. Es preferible interpretar la palabra día aquí como un día de veinticuatro horas y no como representativo de tres años y medio. No parece muy probable que los cuerpos sin vida de los dos testigos permanezcan tirados en las calles de Jerusalén por tres años y medio.
El pasaje lo que parece dar a entender, en cambio, es que no ha pasado mucho tiempo desde la muerte de los dos testigos y la gente todavía está celebrando cuando ellos son devueltos a la vida y llevados al cielo para ir a estar con el Señor. Así como el ministerio terrenal de ellos es literalmente de mil doscientos sesenta días, el período de su muerte es literalmente de tres días y medio. De la misma manera, la resurrección de ellos y su traslación a los cielos son eventos literales.
El anuncio del tercer ay
Apocalipsis 11:13-14 (RVR60) En aquella hora hubo un gran terremoto, y la décima parte de la ciudad se derrumbó, y por el terremoto murieron en número de siete mil hombres; y los demás se aterrorizaron, y dieron gloria al Dios del cielo. 14El segundo ay pasó; he aquí, el tercer ay viene pronto.
Lo más significativo en este pasaje es que los sobrevivientes del terremoto reconocieron a Dios y le dieron gloria, a pesar de que adoraban a la bestia. Pero aunque reconocen el poder de Dios, no parece que hayan procedido a la fe en Jesucristo.
Con este evento, el segundo ay queda completo y se cumple la fase final de la sexta trompeta. El tercer ay, contenido en la séptima trompeta, viene pronto. El fin de los tiempos se aproxima rápidamente.
La vara de medir de Dios
Apocalipsis 11:1-2 (RVR60) Entonces me fue dada una caña semejante a una vara de medir, y se me dijo: Levántate, y mide el templo de Dios, y el altar, y a los que adoran en él. 2Pero el patio que está fuera del templo déjalo aparte, y no lo midas, porque ha sido entregado a los gentiles; y ellos hollarán la ciudad santa cuarenta y dos meses.
A Juan le es dada una caña similar a una vara, la cual crecía comúnmente a lo largo del valle del Jordán. Esta vara por ser liviana era un buen instrumento para medir. La instrucción para Juan es que mida tres cosas: el templo, el altar y los adoradores.
El templo que se menciona aquí, aparentemente es aquel que construirán los judíos bajo la protección del Anticristo al comienzo de la Tribulación para el restablecimiento de los antiguos sacrificios. Este templo será profanado por el Anticristo y allí se colocará una imagen representativa del gobernante mundial para que el mundo entero la adore.
Apocalipsis 13:14-15 (RVR60) Y engaña a los moradores de la tierra con las señales que se le ha permitido hacer en presencia de la bestia, mandando a los moradores de la tierra que le hagan imagen a la bestia que tiene la herida de espada, y vivió. 15Y se le permitió infundir aliento a la imagen de la bestia, para que la imagen hablase e hiciese matar a todo el que no la adorase.
En Zacarías 2 aparece un hombre midiendo la ciudad de Jerusalén en una imagen que representa el juicio de Dios sobre la ciudad. En otro ejemplo, en Ezequiel 40, el templo del reino futuro es minuciosamente medido con una caña. En una tercera instancia en Apocalipsis 21, la nueva Jerusalén también es medida (21:15-17). El acto de medir parece tener el significado de que el área le pertenece a Dios de una forma especial; es una evaluación de su propiedad.
El altar que Juan debía medir podría ser el altar del incienso que en el diseño del templo se encontraba a la entrada del Lugar Santo o bien podría tratarse del altar del sacrificio, el cual estaba ubicado inmediatamente en las afueras del templo. Luego, Juan también debe medir a los adoradores, lo cual parece indicar que Dios es quien evalúa la adoración del hombre y el carácter de los adoradores. Por lo tanto, por medio del acto de medir, Dios no solamente reclama propiedad sobre el templo y el altar sino que también demuestra su autoridad para determinar si la adoración que se ofrece y los adoradores mismos están a la medida de sus requisitos.
El segundo versículo añade más información, ya que en él se le da a Juan la instrucción de no medir el patio alrededor del templo, pues ha sido entregado a los gentiles junto con la ciudad santa por un período de cuarentaidós meses. Aquí aparece nuevamente el ya mencionado período de tres años y medio o la mitad del período de siete años anunciado por el profeta Daniel (Daniel 9:27), en el cual la historia de Israel llegará a su consumación cuando Cristo regrese al final.
Los expositores bíblicos difieren en cuanto a si estos cuarentaidós meses son la primera mitad de los siete años o la segunda mitad. Aunque no es posible ser dogmático al respecto, sí hay que tomar en cuenta que bajo el pacto entre la bestia y los hijos de Israel, a estos se les concede considerable libertad de culto por los primeros tres años y medio y esto supuestamente evitaría que Jerusalén sea pisoteada por los gentiles por cuarentaidós meses. Es más lógico, entonces, que esto ocurra durante los segundos cuarentaidós meses.
La declaración de que la ciudad santa estará bajo el control de los gentiles surge de la profecía de Jesús en el Evangelio de Lucas, cuando habló acerca del futuro del pueblo de Israel.
Lucas 21:24 (RVR60) Y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan.
Los tiempos de los gentiles terminarán con la Segunda Venida de Cristo, cuando el dominio gentil sea quebrantado y Cristo establezca su reino. Esto se predice en la séptima trompeta la cual aparece más adelante en este mismo capítulo. De tal manera que los dos primeros versículos significan que a pesar de que Dios permite el dominio gentil y que Israel sea perseguido, Dios mismo se encargará de juzgar a los perseguidores.
La profecía de los dos testigos
Apocalipsis 11:3-6 (RVR60) Y daré a mis dos testigos que profeticen por mil doscientos sesenta días, vestidos de cilicio. 4Estos testigos son los dos olivos, y los dos candeleros que están en pie delante del Dios de la tierra. 5Si alguno quiere dañarlos, sale fuego de la boca de ellos, y devora a sus enemigos; y si alguno quiere hacerles daño, debe morir él de la misma manera. 6Estos tienen poder para cerrar el cielo, a fin de que no llueva en los días de su profecía; y tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre, y para herir la tierra con toda plaga, cuantas veces quieran.
En el versículo 3 aparecen dos personajes inusuales a quienes se les describe como dos testigos que habrán de profetizar por mil doscientos sesenta días. Esto corresponde exactamente a tres años y medio o cuarentaidós meses de treinta días cada uno y por supuesto, está relacionado a los primeros tres años y medio o a los segundos tres años y medio de los siete años de Daniel 9:27. Nuevamente, los expositores bíblicos difieren en cuanto a cuál de los dos se relaciona, pero con base al hecho de que los dos testigos ejecutan juicios divinos sobre la tierra y requieren protección divina, pues de lo contrario serían muertos, se deduce que esto ocurre durante la segunda mitad de los siete años, cuando el pueblo de Dios será objeto de una gran persecución, ya que esta protección no será necesaria en los primeros tres años y medio.
Algunos comentaristas creen que estos testigos son dos individuos, pero que representan un testimonio mayor al de dos personas. Otros aseguran que son Moisés y Elías, debido a las similitudes de los juicios ejecutados con los de Elías y Moisés, específicamente de hacer descender fuego del cielo, convertir el agua en sangre y herir la tierra con diferentes plagas. Sin embargo, toda la evidencia existente para la identificación es puramente circunstancial y no es definitiva. Lo cierto es que existen grandes dificultades en todos los intentos por identificar a los dos testigos con personajes históricos.
Es mucho mejor considerar a estos dos testigos como dos profetas que serán levantados por Dios de entre aquellos que se volverán a Cristo durante el período de la Tribulación. Muchos expositores bíblicos conservadores identifican a estos dos testigos como dos hombres muy peculiares cuya identidad exacta no puede establecerse, pero que no son un símbolo de algún testimonio sino que serán dos hombres reales que tendrán un ministerio profético por espacio de mil doscientos sesenta días y luego serán muertos.
El inusual carácter como profetas de fatalidad se manifiesta en el hecho de que están vestidos de cilicio. El cilio era una tela áspera de color negro, generalmente hecha de pelo de cabra, la cual se vestía en señal de duelo por los muertos o por algún tipo de tragedia o desastre personal o nacional o cuando se oraba especialmente por liberación.
A los dos testigos se les describe como dos olivos y dos candeleros que están en pie delante del Dios de la tierra. Esto parece ser una referencia a Zacarías 4, en donde se mencionan un candelabro de siete lámparas y dos olivos. El aceite proveniente de los olivos es el combustible para el candelabro. Allí, ante la pregunta qué eran esas cosas, la respuesta es: No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos (Zac. 4:6). Los dos testigos en aquel período de la historia de Israel eran los líderes de Israel – Josué, el sumo sacerdote y Zorobabel, el gobernador. Así como estos dos líderes fueron levantados como candeleros o testigos de Dios por el poder del aceite del olivo que representa el poder del Espíritu Santo, así mismo estos dos testigos de Apocalipsis 11 llevarán a cabo su actividad profética. El ministerio de ellos no será por habilidad humana sino por el poder de Dios.
Los versículos 5 y 6 registran los poderes milagrosos dispensados a estos dos testigos. Cualquiera que trate de hacerles daño será destruido por fuego que saldrá de la boca de ellos. Este es un juicio inmediato de parte de Dios sobre sus enemigos y un medio de protección de los dos testigos para que nadie pueda hacerles daño. Un paralelo de esto se halla en el ministerio profético de Elías, quien en dos ocasiones hizo descender fuego del cielo sobre dos grupos de soldados que fueron enviados a arrestarlo (2 R. 1:9-12). Los enemigos de Moisés también fueron destruidos de forma similar (Núm. 16:35).
Al igual que el profeta Elías, los dos testigos también tienen el poder para hacer cesar la lluvia. Al igual que Moisés, tienen el poder para convertir el agua en sangre y enviar plagas sobre la tierra (Éxo. 7:17-19). Tomando todo esto en consideración, es evidente que estos dos testigos poseen una combinación de los poderes más grandes dados a profetas y esto explica por qué es que pueden resistir los ataques de sus enemigos por todo un período de mil doscientos sesenta días. Solamente hacia el final de la Gran Tribulación, cuando ya hayan cumplido su ministerio, será que sus enemigos podrán superarlos temporalmente y solamente porque Dios en su soberanía así lo ha decretado.
La muerte de los dos testigos
Apocalipsis 11:7-10 (RVR60) Cuando hayan acabado su testimonio, la bestia que sube del abismo hará guerra contra ellos, y los vencerá y los matará. 8Y sus cadáveres estarán en la plaza de la grande ciudad que en sentido espiritual se llama Sodoma y Egipto, donde también nuestro Señor fue crucificado. 9Y los de los pueblos, tribus, lenguas y naciones verán sus cadáveres por tres días y medio, y no permitirán que sean sepultados. 10Y los moradores de la tierra se regocijarán sobre ellos y se alegrarán, y se enviarán regalos unos a otros; porque estos dos profetas habían atormentado a los moradores de la tierra.
Como ha sido el caso con muchos otros grandes profetas de Dios, cuando el ministerio de los dos testigos se complete, Dios permitirá que sus enemigos los venzan. Según el versículo 7, la bestia que sube del abismo, que no es otro que Satanás combate contra los dos testigos, los vence y los mata.
La bestia que sube del abismo es Satanás. La bestia que sube del mar es el dictador mundial (Apo. 13:1). La bestia que sube de la tierra es el falso líder religioso o el falso profeta (Apo. 13:11). Esta trinidad diabólica es la falsificación de Satanás de la Trinidad divina – el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Indudablemente, la ciudad en la que los dos testigos llevan a cabo su ministerio y sufren su martirio es la ciudad de Jerusalén. En un intento por capitalizar al máximo la muerte de los dos testigos, sus cuerpos son exhibidos en la calle por tres días y medio.
La expresión los moradores de la tierra, se refiere no solamente al hecho de que viven físicamente en la tierra sino a que su única esperanza es la vida terrenal presente. La expresión se repite por lo menos nueve veces en Apocalipsis. Aparentemente la celebración por la muerte de los dos testigos es a nivel mundial. Seguramente por medio de transmisiones de televisión y comunicaciones satelitales, toda la tierra verá imágenes de los cuerpos sin vida de los dos testigos como una señal de victoria de la bestia y de los enemigos de Dios.
Resurrección y ascensión de los dos testigos
Apocalipsis 11:11-12 (RVR60) Pero después de tres días y medio entró en ellos el espíritu de vida enviado por Dios, y se levantaron sobre sus pies, y cayó gran temor sobre los que los vieron. 12Y oyeron una gran voz del cielo, que les decía: Subid acá. Y subieron al cielo en una nube; y sus enemigos los vieron.
A pesar de que hay similitudes entre este evento y el Arrebatamiento de la iglesia, también hay evidentes diferencias. El Arrebatamiento ocurrirá en un instante; no será un evento gradual que le permitirá observar a la gente lo que ocurre. Más bien, el paralelo es con la Ascensión de Cristo desde el monte de los Olivos, cuando los discípulos contemplaron su ascenso al cielo y al igual que los dos testigos, Jesús fue recibido por una nube.
Algunos han intentado relacionar los tres días y medio que los dos testigos permanecen muertos con los períodos de tres años y medio de la semana setenta de Daniel (Dan. 9:27). Tal relación, sin embargo, es poco probable. Es preferible interpretar la palabra día aquí como un día de veinticuatro horas y no como representativo de tres años y medio. No parece muy probable que los cuerpos sin vida de los dos testigos permanezcan tirados en las calles de Jerusalén por tres años y medio.
El pasaje lo que parece dar a entender, en cambio, es que no ha pasado mucho tiempo desde la muerte de los dos testigos y la gente todavía está celebrando cuando ellos son devueltos a la vida y llevados al cielo para ir a estar con el Señor. Así como el ministerio terrenal de ellos es literalmente de mil doscientos sesenta días, el período de su muerte es literalmente de tres días y medio. De la misma manera, la resurrección de ellos y su traslación a los cielos son eventos literales.
El anuncio del tercer ay
Apocalipsis 11:13-14 (RVR60) En aquella hora hubo un gran terremoto, y la décima parte de la ciudad se derrumbó, y por el terremoto murieron en número de siete mil hombres; y los demás se aterrorizaron, y dieron gloria al Dios del cielo. 14El segundo ay pasó; he aquí, el tercer ay viene pronto.
Lo más significativo en este pasaje es que los sobrevivientes del terremoto reconocieron a Dios y le dieron gloria, a pesar de que adoraban a la bestia. Pero aunque reconocen el poder de Dios, no parece que hayan procedido a la fe en Jesucristo.
Con este evento, el segundo ay queda completo y se cumple la fase final de la sexta trompeta. El tercer ay, contenido en la séptima trompeta, viene pronto. El fin de los tiempos se aproxima rápidamente.