06 Daniel 9:26
El intermedio antes de las semana setenta
Daniel 9:26 (RVR60) Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones.
La muerte de Cristo y la destrucción de Jerusalén
Como vimos en la sección anterior, las primeras sesentainueve semanas son hasta el Mesías Príncipe, lo cual es una referencia a Jesucristo. De ser así, la interpretación del versículo 25 es determinante para la interpretación del versículo 26, ya que este declara que después de las sesentaidós semanas que fueron precedidas por siete semanas más, se quitará la vida al Mesías. Lógicamente, esto se refiere a la muerte de Jesucristo en la cruz, lo cual quiere decir que al finalizar las primeras sesentainueve semanas el Mesías estará aun vivo, pero poco después será muerto.
La expresión, mas no por sí, ha sido interpretada de un par de maneras diferentes. Una de ellas es que la muerte sufrida por Jesús no fue debido a algún delito que Él hubiese cometido sino que fue en substitución por nosotros, los pecadores. Otra interpretación más reciente asegura que en el hebreo la expresión significa literalmente, “no tendrá.” De hecho, versiones modernas de la Biblia dicen, el Mesías será muerto y no tendrá nada (La Biblia de las Américas, la Nueva Biblia de los Hispanos y la Reina Valera Actualizada). De acuerdo a esta postura, la interpretación es que cuando Jesús murió, aparentemente su ministerio había sido en vano, ya que sus discípulos lo abandonaron y a simple vista parecía que lo Él se había propuesto realizar no lo había logrado. En consecuencia, cuando murió “no tenía nada.”
Volviendo a la secuencia de los eventos anunciados por Daniel, si el cumplimiento de la profecía fuera continuo, Jesucristo hubiera muerto durante la semana setenta y esta ya hubiera pasado a la historia. Esto es lo que algunos académicos creen. Sin embargo, otros creen que entre el final de la semana sesentainueve y el inicio de la setenta hay un paréntesis de tiempo durante el cual no solamente se le quitó la vida al Mesías sino que tuvo cumplimiento el siguiente evento mencionado en el versículo 26: El pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario. Esta última es la postura adoptada en este estudio.
En el año 69 d.C., después de una serie de levantamientos judíos contra el dominio de Roma que desembocaron en una revolución abierta, el recién instalado emperador Vespasiano le encargó a su hijo Tito, general del ejército romano, ponerle fin a la insurrección judía. A comienzos del año 70 d.C., Tito lanzó su ofensiva sitiando a Jerusalén y los judíos se atrincheraron en el templo. Al cabo de seis agonizantes meses, el 5 de agosto del 70 d.C., el templo fue quemado y el ejército romano comenzó una campaña de destrucción de Jerusalén y de aniquilación de los judíos. Muchos de ellos fueron ejecutados y otros fueron llevados como esclavos. El historiador judío Josefo describió el asalto final de esta manera.
Mientras el templo ardía, los vencedores robaron todo aquello sobre lo que pudieron echar las manos, y degollaron a todos los que encontraron. No se mostró compasión para nadie, ni por edad ni por distinción, viejos o niños, los laicos o los sacerdotes: todos fueron muertos. Mientras rugían las llamas, y por cuanto el templo estaba sobre un monte, parecía como si toda la ciudad estuviera ardiendo. El fragor era ensordecedor, con los gritos de guerra de las legiones, los aullidos de los rebeldes rodeados de fuego y espadas, y los chillidos de la gente. La tierra estaba tapada por los cadáveres, y los soldados tenían que trepar sobre montones de cuerpos en su persecución de los fugitivos.[1]
La Décima Legión romana ocupó permanentemente la ciudad sellando la victoria de Tito sobre los rebeldes judíos. Así, en un lapso de menos de cuarenta años se cumplió la profecía dicha por Jesús a sus discípulos: ¿Ves estos grandes edificios? No quedará piedra sobre piedra, que no sea derribada (Mat. 24:2; Mar. 13:2; Luc. 19:44; 21:6).
El hecho de que la muerte del Mesías y la destrucción de Jerusalén, eventos que son anunciados por Daniel 9:25 para después de la semana sesentainueve, ocurren en un período de casi cuarenta años, hace necesario de que exista un paréntesis de tiempo entre las semanas sesentainueve y setenta. De no ser así, no solamente estos dos eventos sino todos los demás contemplados por la profecía de Daniel tuvieran que haber ocurrido en un lapso de siete años, comenzando poco antes de la crucifixión de Cristo. Obviamente, este no es el caso, por lo cual, los eventos pronosticados para la semana setenta aun pertenecen al futuro.
La parte final del versículo 26 indica que la destrucción de la ciudad será como la destrucción de una inundación y que las desolaciones y la guerra perdurarán hasta el fin. Esto parece indicar que el conflicto en torno a Jerusalén continuará hasta el final de los tiempos. Sin embargo, algunos académicos consideran que la totalidad del versículo 26 ya fue cumplida. Aun así, como lo veremos más adelante, el versículo 27 indica que el conflicto caracterizará la historia del pueblo judío hasta que venga la consumación.
De tal manera que los eventos profetizados en los versículos 25 y 26 ya han sido cumplidos y constituyen una clara evidencia más de que la profecía bíblica es verdadera y precisa. Solamente lo profetizado en el versículo 27 queda aún por cumplirse en un futuro que seguramente no está muy lejano. De ese versículo nos ocuparemos en la siguiente sección.
[1] Maier, Paul, L., Josefo: Las obras esenciales,1994, p. 372.