33 Capitulo 21 - Cielo nuevo y tierra nueva
La narración ahora se enfoca en el cielo nuevo y la tierra nueva que reemplazarán al cielo y la tierra actuales, de los cuales dice en el capítulo anterior que huyeron… y ningún lugar se encontró para ellos (Apo. 20:11).
Apocalipsis 21:1 (RVR60) Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más.
Lo que Juan ve no es el mismo cielo y la misma tierra renovados sino un cielo y una tierra completamente nuevos. El único detalle que ofrece acerca de esta nueva creación es que el mar ya no existía más. De hecho la Biblia ofrece muy poco detalle con respecto al nuevo cielo y la nueva tierra, pero aquí vemos que mientras que tres cuartas partes de la tierra actual están cubiertas de agua, la nueva tierra no tendrá más agua que la del río mencionado en el Capítulo 22.
Apocalipsis 22:2 (RVR60) En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones.
La nueva Jerusalén
En la nueva creación lo que más resalta es la nueva Jerusalén que desciende del cielo, donde aparentemente ya ha estado lista desde antes para esta ocasión, pues el pasaje no sugiere de forma alguna que es creada en este momento.
Apocalipsis 21:2 (RVR60) Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido.
Mientras que la Jerusalén terrenal ha caído en extrema corrupción y en sentido espiritual se llama Sodoma y Egipto (Apo. 11:8), la nueva Jerusalén – la celestial – es la santa ciudad lista y dispuesta para recibir a su marido. Es posible que este sea el lugar al cual el Señor Jesús se refirió cuando les hizo a sus discípulos la promesa de su regreso.
Juan 14:2–3 (RVR60) En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. 3Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.
Si en efecto, la nueva Jerusalén ya existe durante el reino milenario de Cristo en la tierra, entonces podría ser algo así como una ciudad satélite suspendida por encima de la tierra, en la cual habitan los santos que ya han sido transformados y que también tienen acceso a la tierra. Sin embargo, esta posibilidad no tiene como base ninguna enseñanza específica en las Escrituras y es simplemente una especulación basada en que la nueva Jerusalén ya ha estado en existencia con anterioridad.
De esta nueva ciudad se dice que está dispuesta como una esposa ataviada para su marido, seguramente dando así a entender que este lugar de habitación de los santos está caracterizado por la belleza y la lozanía de una novia preparada para recibir a su esposo.
Apocalipsis 21:3–4 (RVR60) Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. 4Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.
El hecho de que la nueva Jerusalén es el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos, obviamente implica que los santos disfrutarán de la presencia de Dios, pues compartirán la misma morada, como cuando el Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros, aquí en la tierra (Jn. 1:14). Obviamente, en la nueva Jerusalén, Dios y los hombres estarán en perfecta comunión. Los santos serán su pueblo en todo el sentido de la palabra y Dios no solamente estará con ellos sino que también será su Dios.
En este nuevo estado de existencia, los sufrimientos y vicisitudes de la vida en la tierra presente desaparecerán por completo; no habrá ni una sola lágrima, ni razón alguna para lamentarse ni dolerse por nada. El motivo de esto es que las primeras cosas pasaron. Los redimidos que en un tiempo ya pasado vivieron en un estado de pecado y perdición y que aun después de haber nacido de nuevo sufrieron el dolor y la angustia propios de un mundo caído, entonces disfrutarán de un estado de bendición indescriptible. Todas las cosas serán completamente nuevas.
Apocalipsis 21:5–6 (RVR60) Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas. 6Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida.
La palabra “nuevas” para referirse a todas las cosas de la nueva creación, es una palabra que significa nuevo en el sentido de que ha sido recientemente hecho y además es nuevo en cuanto al carácter de esas cosas. O sea que son radicalmente diferentes a las anteriores.
Apocalipsis 21:7–8 (RVR60) El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo. 8Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.
El que venciere no significa que algunos no vencerán. Recordemos que esta visión es de los salvos en la gloria. La expresión, entonces, implica que a los salvos se les considera vencedores y como tales son los herederos legales de todas las cosas en la nueva creación. Además, se enfatiza nuevamente el estado de perfecta comunión con Dios, expresado en la relación especial y privilegiada que cada creyente tendrá con Él, no solamente en calidad de Dios sino también de Padre. Esto contrasta grandemente con el destino que les espera a los incrédulos, quienes se caracterizan por corrupciones morales tales como el homicidio, la fornicación, la hechicería, la idolatría y la mentira (Comp. Apo. 21:27; 22:15). Para ellos también hay una “herencia” reservada: el infierno, que es la muerte segunda.
Muchos de los salvos también fueron en un tiempo culpables de estos pecados mencionados y muchos más, pero confiaron en Jesucristo como Salvador y fueron justificados – declarados libres de culpa – por Dios. En consecuencia, son herederos de la gloria y no de la condenación, porque ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús (Rom. 8:1).
La nueva Jerusalén
Apocalipsis 21:9–11 (RVR60) Vino entonces a mí uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las siete plagas postreras, y habló conmigo, diciendo: Ven acá, yo te mostraré la desposada, la esposa del Cordero. 10Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, 11teniendo la gloria de Dios. Y su fulgor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal.
El significado de esta porción es que el lugar de habitación de los santos en la gloria es comparable en belleza a una novia y en comunión con el Señor a la relación que existe entre la novia y su esposo.
Con base a los versículos 2, 10 y 11 de este capítulo, la nueva Jerusalén viene a la nueva tierra procedente del cielo y la descripción hecha por Juan corresponde a esta ciudad celestial como aparecerá en el estado eterno. Evidentemente, se trata literalmente de una ciudad hecha por Dios y que será el enlace permanente entre el cielo nuevo y la tierra nueva. Por supuesto, hay que tener en cuenta que la visión celestial que Juan tuvo fue una experiencia sin paralelo a cualquier otra experiencia terrenal y que la descripción que él hace de la misma es con palabras que para él tenían sentido. Sin embargo, la realidad de la visión seguramente trascendía el significado de las palabras de Juan. No por esto debemos pensar que la descripción es errónea, pues las palabras utilizadas por Juan fueron seleccionadas por el Espíritu Santo. Pero aun así, se trata de un lenguaje terrenal tratando de describir una verdad celestial – algo que para nosotros es aún desconocido. De cualquier manera, lo cierto es que Juan vio la ciudad y estaba habitada por los redimidos y Dios Mismo estaba presente en ella, por lo cual, la ciudad tenía la gloria de Dios.
Apocalipsis 21:12–14 (RVR60) Tenía un muro grande y alto con doce puertas; y en las puertas, doce ángeles, y nombres inscritos, que son los de las doce tribus de los hijos de Israel; 13al oriente tres puertas; al norte tres puertas; al sur tres puertas; al occidente tres puertas. 14Y el muro de la ciudad tenía doce cimientos, y sobre ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero.
El muro grande y alto simboliza el hecho de que esta ciudad es exclusiva; todo lo indigno de ella está completamente excluido.
Obviamente, el número doce tiene un papel importante en la descripción de la ciudad y esta prominentemente relacionado con las tribus de Israel y con los apóstoles de Cristo. Esto indica que los habitantes de la nueva Jerusalén serán personas no solamente de la era de la Iglesia sino también de otras eras, incluyendo el Antiguo Testamento y el período de la Tribulación. Los redimidos de todas las épocas tendrán en la nueva Jerusalén su lugar de eterno descanso.
Apocalipsis 21:15–17 (RVR60) El que hablaba conmigo tenía una caña de medir, de oro, para medir la ciudad, sus puertas y su muro. 16La ciudad se halla establecida en cuadro, y su longitud es igual a su anchura; y él midió la ciudad con la caña, doce mil estadios; la longitud, la altura y la anchura de ella son iguales. 17Y midió su muro, ciento cuarenta y cuatro codos, de medida de hombre, la cual es de ángel.
La ciudad es cuadrada, ya que mide lo mismo de largo que de ancho. La medida es de doce mil estadios, lo cual equivale a aproximadamente 1.500 millas o 2.414 km. Teniendo en cuenta el área de los países en la actualidad, la nueva Jerusalén ocuparía el séptimo lugar en extensión territorial en el mundo. Pero lo asombroso es que la nueva Jerusalén tiene una tercera dimensión que no tienen las naciones de la tierra: Tiene una altura de 2.414 km., o sea que si tuviera forma de cubo, tendría un volumen de ¡más de 14 mil millones de kilómetros cúbicos! Comparado con este tamaño, la altura del muro resulta pequeña – aproximadamente 216 pies o 66 metros.
Una belleza resplandeciente
Apocalipsis 21:18–21 (RVR60) El material de su muro era de jaspe; pero la ciudad era de oro puro, semejante al vidrio limpio; 19y los cimientos del muro de la ciudad estaban adornados con toda piedra preciosa. El primer cimiento era jaspe; el segundo, zafiro; el tercero, ágata; el cuarto, esmeralda; 20el quinto, ónice; el sexto, cornalina; el séptimo, crisólito; el octavo, berilo; el noveno, topacio; el décimo, crisopraso; el undécimo, jacinto; el duodécimo, amatista. 21Las doce puertas eran doce perlas; cada una de las puertas era una perla. Y la calle de la ciudad era de oro puro, transparente como vidrio.
La descripción de los materiales con los que está hecha la ciudad sugiere que se trata de sustancias diferentes a las que actualmente existen en la tierra. Por ejemplo, la ciudad era de oro puro, semejante al vidrio limpio. Pareciera que luce como oro, pero es una sustancia transparente como el vidrio. Podría ser como cristal con un tono dorado. No debemos apegarnos demasiado a una interpretación literal de estos detalles, pues como observábamos antes, es la descripción de algo celestial que desconocemos, en términos terrenales que nos ayudan a darnos una idea de lo que en realidad es. Tal parece que la transparencia tiene como objeto transmitir la gloria de Dios en la forma de luz sin ningún impedimento.
Las piedras preciosas que adornan el muro de la ciudad son de indescriptible belleza y no podemos determinar con precisión sus colores. Pero ciertamente son apropiadas para reflejar la gloria de Dios mediante todo un espectro de colores brillantes.
Lo que no habrá en la nueva Jerusalén
Apocalipsis 21:22–27 (RVR60) Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero. 23La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera. 24Y las naciones que hubieren sido salvas andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella. 25Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche. 26Y llevarán la gloria y la honra de las naciones a ella. 27No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero.
Juan también describe la ciudad en términos de lo que no hay en ella. En este caso, no hay templo, ni sol, ni luna, ni noche, ni tampoco ninguna cosa inmunda, o que hace abominación ni mentira. Aparte de Dios, estarán solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero.
El hecho de que la gloria de Dios ilumina la ciudad es consistente con muchos pasajes de las Escrituras que comparan a Dios con la luz y que llaman a Jesucristo la luz del mundo (Jn. 1:7-9; 3:19; 8:12; 12:35).
Las naciones representadas en la ciudad no son entidades políticas sino personas que en su existencia terrenal pertenecieron a otros pueblos diferentes a Israel (gentiles), pero que fueron salvos por la fe en Cristo y por lo tanto, estarán en la nueva Jerusalén. Esto también podría ser un indicio de que en el estado eterno no estarán solamente israelitas y los santos de la Iglesia sino también salvos de otros períodos, como por ejemplo, la Tribulación. Quienes quieran que sean y de donde sea que hayan venido, todos tributarán adoración a Dios y le darán a Él todo el honor y la gloria.
Apocalipsis 21:1 (RVR60) Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más.
Lo que Juan ve no es el mismo cielo y la misma tierra renovados sino un cielo y una tierra completamente nuevos. El único detalle que ofrece acerca de esta nueva creación es que el mar ya no existía más. De hecho la Biblia ofrece muy poco detalle con respecto al nuevo cielo y la nueva tierra, pero aquí vemos que mientras que tres cuartas partes de la tierra actual están cubiertas de agua, la nueva tierra no tendrá más agua que la del río mencionado en el Capítulo 22.
Apocalipsis 22:2 (RVR60) En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones.
La nueva Jerusalén
En la nueva creación lo que más resalta es la nueva Jerusalén que desciende del cielo, donde aparentemente ya ha estado lista desde antes para esta ocasión, pues el pasaje no sugiere de forma alguna que es creada en este momento.
Apocalipsis 21:2 (RVR60) Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido.
Mientras que la Jerusalén terrenal ha caído en extrema corrupción y en sentido espiritual se llama Sodoma y Egipto (Apo. 11:8), la nueva Jerusalén – la celestial – es la santa ciudad lista y dispuesta para recibir a su marido. Es posible que este sea el lugar al cual el Señor Jesús se refirió cuando les hizo a sus discípulos la promesa de su regreso.
Juan 14:2–3 (RVR60) En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. 3Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.
Si en efecto, la nueva Jerusalén ya existe durante el reino milenario de Cristo en la tierra, entonces podría ser algo así como una ciudad satélite suspendida por encima de la tierra, en la cual habitan los santos que ya han sido transformados y que también tienen acceso a la tierra. Sin embargo, esta posibilidad no tiene como base ninguna enseñanza específica en las Escrituras y es simplemente una especulación basada en que la nueva Jerusalén ya ha estado en existencia con anterioridad.
De esta nueva ciudad se dice que está dispuesta como una esposa ataviada para su marido, seguramente dando así a entender que este lugar de habitación de los santos está caracterizado por la belleza y la lozanía de una novia preparada para recibir a su esposo.
Apocalipsis 21:3–4 (RVR60) Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. 4Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.
El hecho de que la nueva Jerusalén es el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos, obviamente implica que los santos disfrutarán de la presencia de Dios, pues compartirán la misma morada, como cuando el Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros, aquí en la tierra (Jn. 1:14). Obviamente, en la nueva Jerusalén, Dios y los hombres estarán en perfecta comunión. Los santos serán su pueblo en todo el sentido de la palabra y Dios no solamente estará con ellos sino que también será su Dios.
En este nuevo estado de existencia, los sufrimientos y vicisitudes de la vida en la tierra presente desaparecerán por completo; no habrá ni una sola lágrima, ni razón alguna para lamentarse ni dolerse por nada. El motivo de esto es que las primeras cosas pasaron. Los redimidos que en un tiempo ya pasado vivieron en un estado de pecado y perdición y que aun después de haber nacido de nuevo sufrieron el dolor y la angustia propios de un mundo caído, entonces disfrutarán de un estado de bendición indescriptible. Todas las cosas serán completamente nuevas.
Apocalipsis 21:5–6 (RVR60) Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas. 6Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida.
La palabra “nuevas” para referirse a todas las cosas de la nueva creación, es una palabra que significa nuevo en el sentido de que ha sido recientemente hecho y además es nuevo en cuanto al carácter de esas cosas. O sea que son radicalmente diferentes a las anteriores.
Apocalipsis 21:7–8 (RVR60) El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo. 8Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.
El que venciere no significa que algunos no vencerán. Recordemos que esta visión es de los salvos en la gloria. La expresión, entonces, implica que a los salvos se les considera vencedores y como tales son los herederos legales de todas las cosas en la nueva creación. Además, se enfatiza nuevamente el estado de perfecta comunión con Dios, expresado en la relación especial y privilegiada que cada creyente tendrá con Él, no solamente en calidad de Dios sino también de Padre. Esto contrasta grandemente con el destino que les espera a los incrédulos, quienes se caracterizan por corrupciones morales tales como el homicidio, la fornicación, la hechicería, la idolatría y la mentira (Comp. Apo. 21:27; 22:15). Para ellos también hay una “herencia” reservada: el infierno, que es la muerte segunda.
Muchos de los salvos también fueron en un tiempo culpables de estos pecados mencionados y muchos más, pero confiaron en Jesucristo como Salvador y fueron justificados – declarados libres de culpa – por Dios. En consecuencia, son herederos de la gloria y no de la condenación, porque ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús (Rom. 8:1).
La nueva Jerusalén
Apocalipsis 21:9–11 (RVR60) Vino entonces a mí uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las siete plagas postreras, y habló conmigo, diciendo: Ven acá, yo te mostraré la desposada, la esposa del Cordero. 10Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, 11teniendo la gloria de Dios. Y su fulgor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal.
El significado de esta porción es que el lugar de habitación de los santos en la gloria es comparable en belleza a una novia y en comunión con el Señor a la relación que existe entre la novia y su esposo.
Con base a los versículos 2, 10 y 11 de este capítulo, la nueva Jerusalén viene a la nueva tierra procedente del cielo y la descripción hecha por Juan corresponde a esta ciudad celestial como aparecerá en el estado eterno. Evidentemente, se trata literalmente de una ciudad hecha por Dios y que será el enlace permanente entre el cielo nuevo y la tierra nueva. Por supuesto, hay que tener en cuenta que la visión celestial que Juan tuvo fue una experiencia sin paralelo a cualquier otra experiencia terrenal y que la descripción que él hace de la misma es con palabras que para él tenían sentido. Sin embargo, la realidad de la visión seguramente trascendía el significado de las palabras de Juan. No por esto debemos pensar que la descripción es errónea, pues las palabras utilizadas por Juan fueron seleccionadas por el Espíritu Santo. Pero aun así, se trata de un lenguaje terrenal tratando de describir una verdad celestial – algo que para nosotros es aún desconocido. De cualquier manera, lo cierto es que Juan vio la ciudad y estaba habitada por los redimidos y Dios Mismo estaba presente en ella, por lo cual, la ciudad tenía la gloria de Dios.
Apocalipsis 21:12–14 (RVR60) Tenía un muro grande y alto con doce puertas; y en las puertas, doce ángeles, y nombres inscritos, que son los de las doce tribus de los hijos de Israel; 13al oriente tres puertas; al norte tres puertas; al sur tres puertas; al occidente tres puertas. 14Y el muro de la ciudad tenía doce cimientos, y sobre ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero.
El muro grande y alto simboliza el hecho de que esta ciudad es exclusiva; todo lo indigno de ella está completamente excluido.
Obviamente, el número doce tiene un papel importante en la descripción de la ciudad y esta prominentemente relacionado con las tribus de Israel y con los apóstoles de Cristo. Esto indica que los habitantes de la nueva Jerusalén serán personas no solamente de la era de la Iglesia sino también de otras eras, incluyendo el Antiguo Testamento y el período de la Tribulación. Los redimidos de todas las épocas tendrán en la nueva Jerusalén su lugar de eterno descanso.
Apocalipsis 21:15–17 (RVR60) El que hablaba conmigo tenía una caña de medir, de oro, para medir la ciudad, sus puertas y su muro. 16La ciudad se halla establecida en cuadro, y su longitud es igual a su anchura; y él midió la ciudad con la caña, doce mil estadios; la longitud, la altura y la anchura de ella son iguales. 17Y midió su muro, ciento cuarenta y cuatro codos, de medida de hombre, la cual es de ángel.
La ciudad es cuadrada, ya que mide lo mismo de largo que de ancho. La medida es de doce mil estadios, lo cual equivale a aproximadamente 1.500 millas o 2.414 km. Teniendo en cuenta el área de los países en la actualidad, la nueva Jerusalén ocuparía el séptimo lugar en extensión territorial en el mundo. Pero lo asombroso es que la nueva Jerusalén tiene una tercera dimensión que no tienen las naciones de la tierra: Tiene una altura de 2.414 km., o sea que si tuviera forma de cubo, tendría un volumen de ¡más de 14 mil millones de kilómetros cúbicos! Comparado con este tamaño, la altura del muro resulta pequeña – aproximadamente 216 pies o 66 metros.
Una belleza resplandeciente
Apocalipsis 21:18–21 (RVR60) El material de su muro era de jaspe; pero la ciudad era de oro puro, semejante al vidrio limpio; 19y los cimientos del muro de la ciudad estaban adornados con toda piedra preciosa. El primer cimiento era jaspe; el segundo, zafiro; el tercero, ágata; el cuarto, esmeralda; 20el quinto, ónice; el sexto, cornalina; el séptimo, crisólito; el octavo, berilo; el noveno, topacio; el décimo, crisopraso; el undécimo, jacinto; el duodécimo, amatista. 21Las doce puertas eran doce perlas; cada una de las puertas era una perla. Y la calle de la ciudad era de oro puro, transparente como vidrio.
La descripción de los materiales con los que está hecha la ciudad sugiere que se trata de sustancias diferentes a las que actualmente existen en la tierra. Por ejemplo, la ciudad era de oro puro, semejante al vidrio limpio. Pareciera que luce como oro, pero es una sustancia transparente como el vidrio. Podría ser como cristal con un tono dorado. No debemos apegarnos demasiado a una interpretación literal de estos detalles, pues como observábamos antes, es la descripción de algo celestial que desconocemos, en términos terrenales que nos ayudan a darnos una idea de lo que en realidad es. Tal parece que la transparencia tiene como objeto transmitir la gloria de Dios en la forma de luz sin ningún impedimento.
Las piedras preciosas que adornan el muro de la ciudad son de indescriptible belleza y no podemos determinar con precisión sus colores. Pero ciertamente son apropiadas para reflejar la gloria de Dios mediante todo un espectro de colores brillantes.
Lo que no habrá en la nueva Jerusalén
Apocalipsis 21:22–27 (RVR60) Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero. 23La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera. 24Y las naciones que hubieren sido salvas andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella. 25Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche. 26Y llevarán la gloria y la honra de las naciones a ella. 27No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero.
Juan también describe la ciudad en términos de lo que no hay en ella. En este caso, no hay templo, ni sol, ni luna, ni noche, ni tampoco ninguna cosa inmunda, o que hace abominación ni mentira. Aparte de Dios, estarán solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero.
El hecho de que la gloria de Dios ilumina la ciudad es consistente con muchos pasajes de las Escrituras que comparan a Dios con la luz y que llaman a Jesucristo la luz del mundo (Jn. 1:7-9; 3:19; 8:12; 12:35).
Las naciones representadas en la ciudad no son entidades políticas sino personas que en su existencia terrenal pertenecieron a otros pueblos diferentes a Israel (gentiles), pero que fueron salvos por la fe en Cristo y por lo tanto, estarán en la nueva Jerusalén. Esto también podría ser un indicio de que en el estado eterno no estarán solamente israelitas y los santos de la Iglesia sino también salvos de otros períodos, como por ejemplo, la Tribulación. Quienes quieran que sean y de donde sea que hayan venido, todos tributarán adoración a Dios y le darán a Él todo el honor y la gloria.